Sin haberlo querido ni pedido, le ha venido que ni pintado (y me dejo de participios): Jennifer Lawrence se está convirtiendo en todo un referente del estilo en las alfombras rojas y su presencia cada vez es más aclamada. Y eso está bien, claro que sí, pero el problema reside en que la presión que a la muchacha le estamos generando igual acaba por dejarla calva.
Portada en la que Jennifer Lawrence sale, portada en la que le tienen que sacar divinérrima de la muerte con unos estilismos que dejan con la boca abierta, como le ha pasado en la revista Madame Figaro, que no sé vosotros pero yo la veo hecha un auténtico bombón. Eso sí, tanta presión no es buena para su día a día por eso ella cuando llega a casa intenta pasar un poco de todo, ponerse su bata y sus pantuflas y ser feliz comiendo helado:
Quiero una vida todo lo normal que sea posible. Uno de los peligros de la industria del cine es que las cosas van muy rápido, el envejecer y el privarse de muchas cosas están a la orden del día. Yo no quiero quemar etapas de mi vida. Quiero mantenerlo todo lo más simple posible, como ves, no tengo asistenta. Algo que realmente me ayuda es mi mejor amiga. Al final del día, después de la sesión de fotos, puedo ir a mi casa y pasar el tiempo con ella, hacer lo que hace la gente de 22 años... y no pasar el tiempo con alguien que trabaja para mí
Vamos, que nada de aspavientos, nada de barroquismos y de vidas con excesos de lujos. Ella sólo quiere que cuando una pisa por casa, se le queden los estreses en el felpudo y aparezca la Jennifer de 22 años. Chica, con tantos ceros en la cuenta del banco y tanto fan detrás tuya... yo lo veo chungo, la verdad.
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