La relación envenenada de Felipe y Juan Carlos: su discusión en un restaurante lo cambió todo

Felipe y Juan Carlos - Gtres
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Ni siquiera el delicado estado de salud de don Juan Carlos hará que padre e hijo se reconcilien. El emérito continúa en Abu Dabi, y aunque se dijo que en febrero podría instalarse el España con el beneplácito de Felipe, todo parece indicar que no será así. La relación del Rey con su padre no es buena, y viene de años atrás.

Tal y como publica Pilar Eyre en Lecturas, Felipe siente un rencor hacia su padre que jamás ha superado. Supo que engañaba a su madre y sabía que ella lo consentía. Su papel de reina le obligaba a hacerlo. Debía mantener las formas y aguantar el chaparrón. Pero aquella tormenta se alargó durante décadas. Mujer tras mujer y aventura tras aventura. Juan Carlos era adicto al ligoteo, y su hijo jamás personará su actitud.

Hace unos días, Felipe y su padre se encontraron en el funeral de Constantino de Grecia. Allí les vimos darse un beso, pero lejos de ser cariñoso, fue prácticamente obligado: "Si se observa la secuencia completa se advierte cómo alguien le indica a Felipe la presencia de su padre, cómo se acerca a él de mala gana, con paso renuente, da dos besos al aire con un frotamiento de espalda con la mano...", asegura Eyre.

Juan Carlos y Felipe VI - Gtres Juan Carlos I y Felipe VI - Gtres

Letizia, en cambio, ni siquiera se acerca a su suegro. Al parecer, intenta evitar cualquier fotografía que pueda evidenciar un acercamiento. Eso sería peligroso para la estabilidad de la Corona, y la Leti tiene muy claro su papel: "En ningún momento hubo contacto visual entre padre e hijo. Letizia, por su parte, ni se molestó en salir al encuentro de su suegro", escribe la periodista.

De este modo, se evidencia que entre padre e hijo hay mal rollete, y Pilar también explica desde cuándo: "El enfrentamiento entre padre e hijo culminó en el restaurante El Landó, donde Juan Carlos le comunicó que quería divorciarse de su madre para casarse con Corinna... y seguir siendo rey: “No te hagas ilusiones, moriré con las botas puestas”. Pero la situación se volvió insoportable, Juan Carlos no podía a veces vocalizar en los discursos por lo que había bebido y al final fue el propio Felipe el que tuvo que poner el pulgar hacia abajo".

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