Durante los días previos al enlace, la pregunta que retumbaba en la cabeza de todo buen cotilla solo era una: ¿Irá Anita Matamoros a la boda de su padre? Las probabilidades de verla aparecer en la iglesia eran remotas, pero quedaba un atisbo de esperanza. Finalmente, ocurrió lo que la gran mayoría sospechaba: Ana no acompañó a los novios en tan importante día.
El enfrentamiento entre padre e hija no tiene fin. Hace ya algunos años, consiguieron limar asperezas y recuperaron el contacto. Pudimos verlos tomando un refrigerio en alguna terraza de la capital, e incluso se atrevieron a publicar varias fotografías juntos, pero el buen rollete no duró mucho. Kiko y Anita retomaron su guerra y ahora el contacto es nulo.
Él dice quererla tanto como al resto de sus hijos, pero ella no quiere saber nada del calvo más famoso de la tele. Lo tiene claro. Quiere a su padre lejos de su vida, al menos por el momento. Tanto es así que, el viernes pasado, cuando Matamoros caminaba hacia el altar, Anita tenía un plan muy rentable: viajó a Barcelona junto a una de sus marcas favoritas y facturó por ello.
Tal y como explicó a través de Intagram, llevaba tiempo intentando colaborar con una firma en concreto. Tras varios años de espera, dicha firma se puso en contactó con ella para ofrecerle una colaboración. Ana, encantada con el curro, aceptó y se llevó una buena pasta. Su padre, don Kinkón, también pretendía llevarse un buen pico ese mismo día, pero existen dudas sobre qué pasará con los 30.000 euros de exclusiva que negoció con Lecturas.
Fotos - Gtres