Tras un par de años siendo el centro de todas las miradas, podemos decir que Paloma Cuevas por fin descansa en paz. Desde que se hiciera pública su ruptura con Enrique Ponce y el idilio de este con una jovencísima Ana Soria, la prensa se interesó por cada uno de los movimientos de la empresaria. Ahora, Cuevas ha conseguido desvincular su nombre de aquellos titulares, fruto de un revuelo mediático que parece haber menguado.
Durante una temporada, el nombre de Paloma Cuevas formaba parte del día a día en la crónica social española. Fue la mujer más perseguida por las cámaras y la más venerada por el público, que empatizó con ella al descubrir la faena de Ponce con Ana Soria, la estudiante de derecho que se convirtió la nueva churri de Enrique.
Fueron meses difíciles para la empresaria, pero tras hacerse efectivo el divorcio, todo fue rodado. Paloma lleva una vida tranquila, lejos del foco mediático y poniendo especial atención en su actividad en redes sociales, donde ha decidido ser cauta y muy discreta. Durante los últimos meses, la hemos acompañada por sus hijas y disfrutando de su padre, Victoriano Valencia (88).
Además, Paloma ha tomado una importante decisión que refuerza su imagen de empoderamiento. Cuando la separación todavía era reciente, la empresaria y su ex marido compartieron mesa en Navidad e incluso celebraron juntos la comunión de una de sus hijas. Ahora, Paloma ha tomado distancia y la puerta de su casa está cerrada para el torero y su pareja. Estas Navidades, a diferencia de las de 2020, Ponce no acudió a casa de su ex para ponerse fino a cordero, según publica La Razón.
Con el divorcio firmado y tras muchos meses de reflexión, Cuevas se ha alejado del que fuera su marido y ya no comparte celebraciones con él. Por su lado, el diestro se limita a vivir su romance con Ana Soria evitando cualquier contacto con la prensa. De hecho, ninguno de ellos comparte su día a día a través de Instagram, tal y como hacían al comienzo de la relación.