Si el idilio romántico entre Kiko Matamoros y Marta López tuviera un final pasteloso de cuento de hadas sería: "Y fueron felices y se embadurnaron de liftings" porque irradian amor y ácido hialurónico por los cuatro costados. Contra todo pronóstico, la parejita ha esquivado rumores, darditos envenenados y los dimes y diretes más salseantes de los platós telecinqueros hasta conseguir una relación tan aburrida como estable.
Ahora, los tortolitos están de celebración por su 3º aniversario como churris y, cómo no, han tirado de la app de postureo que tanto usa Martita como buena influencer que se precie y que promociona hasta la marca de supositorio con la que vence la ardua batalla del estreñimiento: "3 años ya, y parece que fue ayer. Agradecida a la vida por dejarme compartirla a tu lado, te quiero", manifiesta la instagrammer con una estampa de los dos en la que se dan un aire a una chiquilla que se sienta en el regazo de un Papá Noel que está recien llegadito de Turquía tras someterse a un injerto capilar.
Por otro lado, nuestro Kikito ha publicado una instantánea con su girlfriend en un paraje natural en la que bien podrían ser la versión millennial de Heidi y el abuelito: "Gracias por regalarme los tres mejores años de mi vida", confiesa el colaborador, dejando clarinete que todos los añitos previos a su influnovia, en los que está incluida su ex Makoke, han significado para él más bien poquito.
Con esta declaración amorosa el papi de Laura Matamoros ha tirado por tierra los más de 20 años que compartió con la tertuliana de rubio perenne hasta la ruptura sentimental de ambos en 2018. No sería de extrañar que toda esta movida llevara oculta una indirecta de las que tanto le gustan a Francisquiño con objetivo de dar por saquito a su ex mujer.
Como ya os cotilleamos por aquí, estos Angelina Jolie y Brad Pitt de la prensa pink andan mosqueaditos (y con demandas incluidas) por el pisazo en el que está gozando la vida padre su retoña Anita con el noviete de esta. Dicho domicilio está embargado por Hacienda y doña Mari José afirma que es suyo mientras que el empresario asegura que nanai de la china, en definitiva, los típicos rifirrafes tontos entre padres separados que se llevan bien por sus churumbeles (nótese la ironía).
