Pablo Urdangarín, la oveja sana del rebaño infecto: vuelve a dar la cara ante la prensa y desvela cómo está Iñaki

Pablo Urdangarín - Gtres
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Una vez más, Pablo Urdangarín ha demostrado ser un tío con principios. A diferencia de Froilán o Victoria Federica, el hijo de Iñaki y la infanta Cristina siempre tiene una buena cara para los periodistas. No le gusta responder a cuestiones de su vida privada, pero lejos de montar un pollo delante de todos, el chaval tira de sonrisa y agradece a los medios su labor.

Por extraño que parezca, Pablete tiene un comportamiento ejemplar cada vez que se topa con una alcachofa. No lo ha heredado de su madre, tampoco de su padre y muchos menos de sus primos. Su abuela, doña Sofía, tampoco fue una mujer demasiado cercana con las cámaras.

En todo caso Juan Carlos, aquel rey campechano adorado por su pueblo, podría ser lo más parecido a Pablete en este sentido. Él también era cercano con los medios, pero su interés era distinto al que pudiera tener el retoño de la infanta y el ex duque de Palma.

En cualquier caso, lo cierto es que Pablo es una excepción en su familia. Es la oveja sana entre el rebaño infecto. El único que dedica unas palabras a los reporteros, valora su trabajo y agradece su presencia. Tal y como publica La Razón, el muchacho fue preguntado por la salud de su padre antes de disputar un partido de balonmano y respondió: "Se encuentra bien, todo bien".

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En una entrevista para el canal del F. C. Barcelona, Urdangarín hablaba así sobre la educación que le dieron en casa: "Yo he podido aprender muchos de mis padres. Mi padre, por ejemplo, también ha sido deportista y ha tenido que estudiar a la vez que jugaba a balonmano. Y siempre he tenido a mis padres diciéndome que es muy importante porque nunca sabes cuando se te puede acabar la carrera deportiva".

Para colmo, el niño es agradecido. Lo tiene todo. Y a juzgar por sus palabras, está claro que tampoco le cuesta encender el flexo e hincar los codos. Otra diferencia más con sus primos por parte de madre, que se apuntaron a una de la universidades más caras de la capital para pasarse el día en la puerta de la biblioteca con el pitillo encendido.

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